Hace ocho años ya desde que comenzamos las peregrinaciones a San Pascual. Con el paso del tiempo nos vamos dando cuenta de cómo evoluciona la vida y cómo estamos sujetos a constantes cambios que condicionan nuestras vidas. Los hijos, el trabajo, el amor, los problemas, etc. Hechos que te hacen priorizar en unas cosas que seguramente te condicionan a vivir de una determinada manera, a convivir con unas personas más que con otras, a elegir entre hacer esto o aquello. Pues bien, en ocasiones o en momentos como el vivir en hermandad, en un peregrinar, como el que vivimos el Domingo pasado, pasan todas estas cosas por tu cabeza, tienes tiempo a pensar en ellas, en actualizar tu lista de preferencias, a dejar de lado por un momento los problemas, porque simplemente estas andando, concentrado en tus pasos, en tus pensamientos. Y de momento vienen imágenes a tu cabeza: una foto de mi hijo, un bonito recuerdo de aquellos que tengo lejos, de una panorámica de las vistas que contemplas, mi querido San Pascual. A tu encuentro vamos, llenos de fe, inmersos en nuestros problemas, pero, al contemplarte, con el aliento revuelto que nos ha quedado de subir la sierra, se nos van todas las penas, y la sensación de paz es inmensa.
He querido describir la manera en la que un humilde miembro de esta Hermandad del Pueblo Hebreo, vive y siente el peregrinar a Orito. Me encantaría que para el año que viene nos acompañaras, querido lector, querido hermano, querido amigo. Porque vivirás una experiencia que pocas veces encontrarás en el resto de tu vida. Porque vivirás LA PAZ AMIGO, LA PAZ.
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